Apurado por el cansancio, me dormí como una piedra hasta el día siguiente. A las cinco de la mañana, mamá Sabina. mi primo Modesto, Isaías y yo nos sorprendimos al comprobar que la cresta de nuestro gallo se encontraba partida casi por la mitad. El pedazo lo hallamos en el suelo. Un caballo y un asno también habían sido atacados en el lomo, de donde manaba sangre.
Después de tomar desayuno, por disposición de mamá Sabina, nos fuimos a pastar a los animales, llevando de cocaví: choclo tierno, queso y naranja. En el bolsillo de mi viejo pantalón se encontraba no sé por qué a modo de munición el pedazo de la cresta, así como una honda de jebe
Después de haber avanzado de la casa por el camino de herradura, unos doscientos metros, a Isaías se le ocurrió hablar:
Gregorio, préstame tu honda. Parece que esta es la cueva, donde duermen los murciélagos, que vienen causando mucho daño a nuestros animales. Y tú, Modesto, agarra esta linterna, con la que alumbrarás ell fondo de la caverna.
Entre broma y broma, le entregué la cresta reseca como una piedra. Isaías, con la habilidad que lo pinta de cuerpo entero, disparó con el proyectil de carne, dando matemáticamente en el blanco. Al sacar a la luz al bicho muerto, comprobamos que no era un ratón viejo, sino parecido al ratón viejo.
Federico Latorre Ormachea
(Tomado del libro "El charanguerito")
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